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Las cholas

LAS CHOLAS


Muy buen calzado para combatir el frío de los pies en los largos y duros días de los inviernos alistanos y para pisar sobre el barro que cubría las calles después de tanta lluvia y caminar sobre él cuando se helaba. 

Que bien vendrían en estos momentos de agua y barro que estamos pasando.

Humildes e insustituibles, hay que darles la importancia en aquel Aliste de la precariedad. 

Algunos las hacían durar toda una vida reforzandose con herraduras metálicas para que la madera del piso no se desgastara con el uso en aquellas calles y caminos de suelos con piedras y barro, de los corrales con el «estrumo», que era una mezcla de ramas de jara y urz que se echaban en los corrales para pisar sin humedad hasta el Interior de las casas enlosadas con «lonjas» ó pizarras desde el «astro» o zaguán que hacían su caminar tan estrepitoso que ahora recordamos como «música celestial» de unos tiempos que, aún exentos de comodidades, resultan, sin embargo, fascinantes.

Calzado característico de invierno, y en Aliste son muy duros, con las calles llenas de barro y piedras se podía ir a cualquier lugar y a cualquier labor ya que eran impermeables al agua y al frío. Hasta que aparecieron las famosas «albarcas» muchos las utilizaban hasta para ir a segar.

Hechas totalmente de manera artesana por el padre de la casa para toda la familia, exigido por la economía de la época, o encargadas al zapatero del pueblo. Lo mismo las usaban los hombres como las mujeres.

Formadas por el «madero» o piso de madera de aliso, encina o negrillo, de unos tres centímetros de espesor que se reforzaba con herraduras sujetas estas al madero con «rebagones» o clavos de punta larga y cabeza cuadrada empleados para sujetar también las herraduras a los cascos de los animales que hacían al roce con el pavimento bastante ruido. 

La parte superior, la bota, era de «material» o cuero natural subiendo un poquito más del tobillo; la muesca en la que se fija el cuero en el madero se llama «gargallo», sobre el que se clava la «vira» que era una cinta estrecha también de material. 

Para «mullida» y abrigo iban protegidas, por debajo de la doble fila de ojales con una tira de cuero, la «pertezuela» y se ataban con correas del mismo material. La puntera se defendía con la «viquera», contrafuerte de hierro.

Después de hechas llevaban su mantenimiento, había que cuidarlas untándose con manteca de cerdo o tocino extendido sobre el material durando así más tiempo y apareciendo limpias a la vista de la gente.

Una curiosidad sobre las cholas es que por el ruido del roce sobre el pavimento se podía conocer al que las calzaba. 

Las usaban hasta los rapaces, que como eran prácticamente irrompibles las iban heredando de sus hermanos mayores... y como se patinaba en la «resbalina» con ellas sobre la hierba y el hielo de los charcos.


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