Clima

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El Poyo

El Poyo

Se ha hablado del barro la piedra y la lonja o pizarra, de sus utilidades en la construcción de las viviendas, pues pocas casas había que no tuvieran el poyo a la puerta y también en el corral, donde muchos recordaréis a las abuelas sentadas en él hilando la lana o el lino, en una mano el huso con la «mazaroca» ya hilada y en la otra sacando hilos del «copo» de lana o de la «estopa» del lino atados a la rueca, con el palo de esta terciao a la cintura de la saya o bajo el brazo.

Poyo de piedra de una sola pieza

También al abuelo sentado al sol Inclinando el cuerpo hacia la «cayata» que sujetaba entre las manos, como meditando, viendo pasar a los vecinos hacia sus quehaceres por la calle o simplemente deambular por la misma a las gallinas buscando algún grano o toda clase de alimentos que pudieran echarse al pico.

Consistía en una sola piedra grande labrada o sin labrar, pero que tuviese una superficie plana, para que sirviera de asiento para las personas. También los había de madera, los menos, consistentes en un pequeño tronco de un árbol seco bien calzado para que no quede, como podemos observar en alguna de las fotografías.

Sobre él incidían las condiciones climatológicas, tanto en invierno como en verano.

Mujeres alistanas sentadas en el poyo, este de una viga de madera, con el burro al lado

En él se paraba un rato por la noche en el verano, para descansar de las duras faenas, pero sobretodo para «tomar el fresco» después de cenar, en las cálidas y apacibles noches estrelladas de julio y agosto con la grata sensación de frescura nocturna que sabía a gloria, después de pasar los grandes calores del día segando o trillando, hasta la hora de acostarse, lástima que no podían ser muy largas, ya que había que aprovechar cuantas horas mejor de sueño y recuperar las energías perdidas tras muchas horas de trabajo dedicadas a las faenas del verano, más duras que la piedra del mismo poyo, cuando finalmente alguien decía y todos lo deseaban:

«Pa la piltra que mañana es dié de escuela»
También se paraba en él a la sombra por la mañana en el verano o se buscaba el calor del sol en otoño y primavera «a la brigada» donde hacía buena «jagata» aprovechando las últimas «razas» de sol de la tarde hasta que alguien decía:
«Vamos pa drento que hace escuchura»

Se colocaba en el exterior de las casas adosados a la pared y junto a la puerta de la calle, en cuyo caso su principal misión era la de servir de asiento a las personas. Tenían también otras funciones, era asimismo útil para montar con más comodidad encima de las caballerías. En el mes de septiembre sobre el poyo «se mayaba» el lino, de ahí el nombre de «mayaderos» como se les denomina también en algunos pueblos, esto solía ser faena de las mujeres mientras los hombres lo «restregaban» o ponían en manadas para «espadarlo».

Estos poyos solían ser particulares, construidos por cuenta de cada propietario y para su uso y el de los vecinos, generalmente en compañía de alguna de las personas dueñas de la casa en donde se hallasen, vamos, que no eran públicos, aunque sí los había en lugares a los que se acudía con frecuencia como la fragua o el molino.

Dos mujeres sentadas en el poyo el día de Los Carochos en Riofrío

Servían también para poner a secar al sol las alubias o los fréjoles para después «estitarlos» e incluso poner pequeñas prendas de ropa a «oriar» u orear al sol.

Utilizados como plataforma para subir cómodamente al burro, mulo o yegua e incluso para desmontar de ellos.

Los poyos constituían, digamos, una faceta más de la vida del pueblo, una característica más del discurrir de ella, una parte de sus tradiciones y costumbres en las que incidían las condiciones climatológicas muy duras en nuestra tierra.

Muchos perduran, otros han ido desapareciendo o se han modernizado cambiando las grandes piedras por materiales modernos pero haciendo la misma función.

Aún se sigue saliendo al sereno de la noche aprovechando

el aire fresco que ha sustituido al calor sofocante que impera en las horas centrales de los días de canícula, aunque se pare poco rato porque refresque demasiado y haya que tirar de chaqueta. Y en el otoño o incluso en el invierno, se busque en ellos el poco rato de sol agradable hasta que se va, ese sol que poco a poco va perdiendo su poder calorífico, al mismo tiempo que se van acercando el frío de la noche.

Poyo junto a una «parral» o parra haciendo, digamos, de macetero con tierra

Por eso constituyen una parte importante del costumbrismo, de nuestras tradiciones, mereciendo bien la pena que los recordemos con agrado y añoranza, ya que mantienen la tradición de juntarse en las calles a la caída del sol, una actividad que ha sido propuesta como Patrimonio de la Humanidad.

Tiempo de aprovechar los pocos momentos de sol del invierno que también sirve de motivo para la nostalgia y el recuerdo, para descubrir en esa remembranza.

Extraído de Página · Comunidad Facebook Riofrio de Aliste


Mi agradecimiento a la pagina ( Facebook) de Riofrio de Aliste, por permitirme poder plasmar algunos de sus artículos en este blog sobre Zamora, mi mas sincero agradecimiento.

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