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Manta zamorana

La manta zamorana es una prenda textil tejida con lana utilizada como abrigo principalmente por los arrieros que iban de sur a norte de la provincia de Zamora, cuyos colores predominantes recuerdan a la Seña Bermeja de la ciudad de Zamora (rojo y verde) dibujados a rayas. Se suele denominar por extensión a una manta gruesa, de gran abrigo.

Historia


En el siglo XI entre las repoblaciones de la ciudad de Zamora tras el periodo posterior de la reconquista destaca un grupo de palentinos que se estableció en el arrabal noroccidental, extramuros del primer recinto amurallado de la ciudad, organizando la industria del hilado y del tejido de la lana de oveja. Esta actividad fue una parte importante de la economía de la ciudad en los siglos XIII al XV.

Otros pueblos de la provincia de Zamora se han destacado por la producción de mantas zamoranas como son Carbellino, Almeida de Sayago, Alcañices en la comarca de Aliste. La producción fue decayendo poco a poco hasta un mínimo artesanal.

Barrio de la lana

Las mantas se elaboraron en grandes cantidades en este barrio zamorano, dando fama a su producto atrayendo diversos artesanos tintoreros y manteros.

La manta en la cultura popular


El poeta Ramón de Campoamor en su poema «El tren expreso» da cuenta de su manta zamorana.

CANTO PRIMERO La noche (...) desdoblando mi manta zamorana, que tenía más [[borla]]s verde y grana que todos los cerezos y los guindos que en Zamora se crían, (...)
El compositor Manuel Fernández Caballero dedicó una de sus obras a la manta. Y el poeta Federico Acosta Noriega dedica un poema a la manta zamorana. En 1957 el escritor Ramón Gómez de la Serna escribe en el diario ABC de Madrid un artículo «Su manta zamorana», abriendo un debate literario intenso, seguido de una réplica editorial.


Poesía de Federico Acosta dedicada a la manta zamorana

La manta zamorana
Un lugar preferente
en mi sencilla casa
sirviendo de tapete a una mesita
yo tengo una mantilla zamorana.

Parece terciopelo
con franjas verde y grana
que orlan un centro de azabache negro
mientras se hace en su contorno blanca.

Ella escucha mis versos
y mis acentos guarda
acariciando el velludo terciopelo
las endechas mas íntimas del alma.

Sobre ella las cuartillas
con la pluma su hermana
y mullido colchón de mis ideas
sobre ella trenzo mis triviales charlas.

Porque la considero
en buena lid ganada
yo le concedo honores de bandera
que mi pluma ganó con su batalla.

A veces me parece
que mi pequeña manta
es como aquella de la que Campoamor
en sus versos románticos hablaba.

La manta en que envolvió
los pies de aquella dama
cuando buscando alivio de su amor
en tren expreso de París tornaba.

Otras veces lo negro
la hace seca y árida
como esos campos de tierra del Pan
que nos gritan sin voces: ¡Dadnos agua!

Mientras sus franjas verdes,
entre rojo aisladas,
se erizan en glaciares como fiordos
majestuoso pregón, de la Sanabria.

Y el rojo junto al verde
en siete tiras delgadas
las parte la ilusión y la hace enseña
y el brazo de Viriato la levanta.

Lo blanco en su contorno
es como una plegaria
que funde los colores de una tierra
en un canto divino de alabanza.

Por eso quiero mucho
mi manta zamorana
compañera inseparable de mis versos,
compañera inseparable de mis charlas.

Yo quiero que figure
unida a mis medallas
como símbolo de gloria de un poeta
que supo amar las tierras zamoranas.

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