La iglesia de Santa Marta de Tera constituye uno de los principales valores históricos y artísticos del patrimonio cultural de la provincia de Zamora.
En 1996 se descubrió que en este monasterio se produce un fenómeno lleno de magia: En los equinoccios de primavera y otoño, a las 8 (hora solar), el capitel del alma salvada es iluminado por la luz solar que entra por el óculo del hastial de la cabecera.
Del antiguo monasterio solo se conserva la iglesia románica, presenta planta de cruz latina de 27,50 por 16,50 y ancho de 6,18 metros en las naves, con cabecera rectilínea con tres ingresos: el principal al sur, al norte, quizás a un claustro y el recentísimo pastiche occidental a los pies.
La iglesia presenta tres portadas: la occidental, tosca y abusiva refacción reciente; la del brazo septentrional del transepto que sirve hoy de acceso, muy pobre, apenas un postigo y la más interesante, sin duda, la meridional, tradicionalmente el ingreso más importante de esta iglesia hasta la instalación, hacia mediados del siglo XIX, del cementerio que todavía hoy la rodea.
En esta iglesia se defienden muchos de los rasgos del románico en la plenitud del estilo: en la bella ordenación volumétrica de cabecera, cimborrio y transepto; en la sabia articulación muraria de impostas billeteadas horizontales, en equilibrio con semicolumnas y responsiones verticales; todo ello pautado de vanos, a veces ciegos, con guardapolvos, y el fino perfil de las cornisas y aleros ritmados por canes, lisos , vegetales y figurados, especialmente sugestivos en el tejaroz apiñonado del ábside.
La moldura que por doquier se prodiga en el interior y exterior del templo, perfila impostas, cimacios, aleros y guardapolvos es el ajedrezado o taqueado, denominado jaqués, por suponerse tradicionalmente su origen en aquella iglesia aragonesa. Un motivo que, con amplios precedentes en la tradición artística occidental, irrumpe de manera súbita en el románico hispano-francés, en el último cuarto del siglo XI.
LOS CAPITELES
Esta iglesia cuenta con un número importante de capiteles distribuidos por la portada sur, en el transepto y cabecera, y dentro de ésta, la más alta densidad simbólica se agrupa en el presbiterio, el único espacio donde podría plantearse la existencia de un programa iconográfico.
En el área del presbiterio, la Capilla Mayor despliega el conjunto iconográfico de mayor calidad plástica y más alto significado de la iglesia. Abunda los capiteles corintios, con distinta destreza, estado de conservación y redacciones formales: de pencas lisas, foliados, con o sin nervio saliente, de pitones, reatados o no en bolas; del conjunto destacan el capitel del arco de triunfo de ingreso y el capitel toral que abre la nave.
Los otros capiteles son figurativos, tres en el testero: sacrificio de Isaac, Saúl y David con músicos y uno de entrelazos poblados; y dos en el muros septentrional, uno con aves picotean hacia atrás, con pitón central entre ambas, y otro del arco triunfal representando una imagen desnuda en una mandorla sostenida por dos ángeles.
En el área del transepto, predominan los capiteles corintios. El capitel del jinete y dos personajes postrados y la mujer adúltera, presentan figuración. Este último, compartida con unos crochets que ocupan la mitad de la cesta.
En el exterior de la iglesia también encontramos diferentes capiteles corintios y teriomórficos (animales y monstruos). Capitel de la Epifanía, capitel con cabezas vomitando cintas de follaje, capitel de personaje semiesco acuclillado...
La portada meridional, compuesta por tres arcos de medio punto, abocelado el central, y cuerdas intermedias de rosetas y banda vegetal muy deteriorada, descarga sobre dos columnas con capiteles figurados, cuyos cimacios se prolongan en las impostas de las jambas.
LOS CANECILLOS
Esta iglesia presenta un numeroso conjunto de canecillos. Estos son de rollos, lisos en nacela, en algunos decorados con bolas, otros con lóbulos.
En cuanto a los de las naves, la norte tiene canecillos lisos de nacela y algunos de rollos. Hay veintiséis. Los de la nave sur son lisos de nacela, algunos decorados con bola, otros de lóbulos. Hay veinticinco.
En el ábside, en el hastial son de rollo lisos y decorados con crochets, personajillo sosteniendo un barril a los hombros. Hay once. En el flanco norte son de rollo decorados con pitones rematados en piñas. Sólo uno es completo y dos son lisos, quizás nuevos. Hay nueve. En el flaco sur son nuevos y hay nueve.
En el transepto norte encontramos diez, de rollos, lisos o decorados con piñas. Un contorsionista, otro personaje con capucha y ademán que asemeja enseñar los genitales, en el extremo meridional una cabeza… En la cara norte son de lóbulos lisos y con piñas, figurilla con un barril a los hombros. Hay trece. En la cara oeste encontramos diez, modillones de rollos decorados con piñas, bolas, etc.
En el transepto sur, en la cara este hay diez, de rollos con bolas, piña, pitón y una especie de barril. En la cara sur hay trece, los más ricos en decoración de toda la iglesia. Presentan motivos de rollos con piñas, bolas, crochets avolutados, uno con prótomo de cerdo o jabalí, otro con personaje desnudo enseñando el falo y un contorsionista fracturado.
En el cimborrio, todos son lisos, de nacela, excepto uno de lóbulos en la cara oeste y dos figurados con prótomos de animales en las esquinas.
LOS TRES APOSTOLES
Se trata de figuras de muy distinto calado por conservación y significado iconográfico.
La escultura que encontramos en el postigo septentrional del transepto tiene la cabeza partida, pero es la más completa hacia los pies, es Judas Tadeo.
En las enjutas de la portada sur se encuentran las otras dos esculturas. La de la derecha lleva, como Judas Tadeo, la indumentaria intemporal de un apóstol. Se cree que es San Juan. La de la izquierda, la más famosa de la iglesia, es Santiago peregrino. Cuenta con expresión un poco feroz, ojos saltones sobre cuencas hendiduras de excavadas pupilas, nariz fracturada, boca entreabierta que deja ver los dientes y ese tratamiento esquemático de barba aguedejada y cabello en crenchas sumarias y paralelas. Contrasta con su aspecto, a diferencia de los otros apóstoles de la iglesia.
Lo que ha dado fama al Santiago de Santa Marta son sus atributos jacobeos: bordón, escarcela o morral que cuelga de bandolera repujada de alveolos a guisa de contario y cuya tapa se acicala con una venera.
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