Iglesia de San Pedro de la Nave
Notas previas
- Descubierta por M. Gómez Moreno en 1906, la iglesia fue declarada Monumento Nacional en 1912.
- Situada en San Pedro de la Nave, fue trasladada piedra a piedra a su emplazamiento actual entre 1930 y 1932, antes de ser cubierta por las aguas del pantano de Ricobayo. La obra fue dirigida por el propio Gómez Moreno, que intentó recuperar su estructura original.
- En 1997, aprovechando el descenso de las aguas del pantano, se efectuó un nuevo estudio de sus cimientos en su emplazamiento original.
Entorno histórico
Fue descubierta y estudiada inicialmente por Gómez Moreno y trasladada en 1930 desde su emplazamiento original, que iba a quedar cubierto por el agua en el pantano del Esla, al borde superior del mismo valle. Su traslado, que obligó a desmontarla piedra a piedra y volver a montarla en el nuevo emplazamiento, permitió conocer mucho más profundamente no sólo la estructura original de este monumento, sino también las características del arte visigodo. A la vez fue restaurada, sustituyéndose las piezas inexistentes por ladrillo.
Tanto por el diseño de su estructura y por la integración entre un perfecto estudio de volúmenes, interiores y exteriores, y una decoración escultórica excepcional para la época, como por el magnífico estado en que se encuentra, es el monumento más interesante que nos ha llegado del periodo visigodo y uno de los mejores del arte español altomedieval.
Su estructura es claramente la de una iglesia cruciforme, del mismo tipo que las de Bande, Mata y Melque, pero de un momento posterior, cuando ya en esas iglesias se había añadido a su dedicación funeraria inicial la utilización como iglesia monástica, por lo que en este caso las dependencias laterales existen desde su diseño original en vez de ser un añadido posterior como pensamos que sucedió en las anteriores.
Descripción
Es de planta rectangular, en forma de cruz latina inscrita en un rectángulo, con tres aditamentos de forma rectangular, uno hacia Oriente, que forma la capilla mayor, y dos hacia Norte y Sur, que constituyen dos pórticos laterales. Consta de tres naves, atravesadas por la de crucero, de la misma altura que la nave central, que las divide en dos zonas muy diferentes: en la occidental las dos naves laterales están separadas de la central por arquerías de tres huecos separados por pilares unidos por arcos de herradura, lo que de alguna forma la confiere un cierto aspecto de iglesia basilical, con ventanas, también con forma de herradura, sobre el crucero. En la oriental ambas naves se continúan a los lados de la cabecera en dos aposentos comunicados cada uno de ellos con la nave central por medio de una puerta y una ventana de tres huecos, algo que no volveremos a encontrar hasta casi doscientos años después en algunas iglesias asturianas. La iglesia tiene tres puertas al exterior, una al final de la nave central y las otras dos, una a cada extremo del crucero y dispone de una buena iluminación proporcionada por ventanas con arcos de herradura, en algunos casos doble, en las naves laterales, la zona oriental de la nave central, el cimborrio, la cabecera y el muro occidental.
En cuanto a su cobertura, la nave de crucero y toda la cabecera tiene bóvedas de cañón semicircular peraltado sobre arcos torales de herradura soportados por pilares cuadrados con columnas adosadas. El cimborrio existente en la intersección de la nave central con la del crucero, que tiene una ventana en cada uno de sus cuatro muros, estaba cubierto por bóveda de arista en piedra, que se encontró derruida y ha sido reconstruida en ladrillo. También existen tres cámaras elevadas, se supone que para ocultar tesoros o archivos, sobre la capilla mayor y los vestíbulos laterales. Sobre la forma de cobertura de la parte basilical del edificio, inicialmente se pensó que estaba cubierta por techos de madera, a dos aguas la nave central y más bajos los de las naves laterales, pero estudios posteriores de Cámara, Caballero Zoreda y Arce están apoyando la teoría de Balbás de que estuviera totalmente abovedada.
En relación con la estructura de San Pedro de la Nave, resulta muy curioso el compromiso que en ella se plantea de utilizar para la parte oriental un diseño basado en las iglesias cruciformes, mientras la occidental tiene la forma de una basílica clásica. Sobre este tema existen diversas interpretaciones, que van desde la posibilidad de que corresponda a un diseño completo original como una nueva variación buscando un tipo definitivo de iglesia, lo que ya hemos observado en muchas de las construcciones que nos han llegado de los siglos VI y VII, hasta la teoría de que, debido a un error en los cálculos de los constructores iniciales que les impidió terminar la obra, fueron sustituidos por un grupo de canteros distinto que la continuó modificando el diseño original. Desde nuestro punto de vista, tanto el magnífico estudio de volúmenes exterior e interior, como la distribución de los distintos tipos de decoración, repartidos en las dos zonas, y la sensación de conjunto homogéneo que produce esta iglesia, nos hace difícil creer que las dos partes tengan una autoría tan diferente. No obstante entendemos que, como en otros casos, el desconocimiento de la arquitectura visigoda en las grandes ciudades y de las características del culto cristiano después de la conversión de Recaredo, nos impide resolver de forma fiable las muchas cuestiones de este tipo que nos encontramos en el arte altomedieval español.
– El primero, arcaizante, tradicional en la península y en el arte visigodo, con frisos de sencillas decoraciones geométricas en talla a bisel y tallos ondulados con racimos muy toscos, semejantes a los de las de las joyas del arte bárbaro. Corresponden a este estilo toda la decoración de la capilla mayor, los capiteles y cimacios del arco toral y las fajas decoradas que recorren los muros de la nave central y del crucero a partir de dicho arco, además de las impostas de los arcos exteriores y de las columnitas de las ventanas.
– El segundo de una calidad excepcional, atribuido al llamado «Maestro de Nave», de tipo bizantino se observa en los frisos con tallos con hojas y racimos, máscaras, cuadrúpedos y aves labrados profundamente. Se puede observar en las impostas de arranque de las bóvedas de las naves y de los arquillos de la cabecera de las naves laterales, en la decoración de las cuatro columnas del crucero, y en los capiteles decorados con aves.
– Y, por último, quizá del mismo taller que el anterior, pero con una nueva temática, posiblemente basada en la iconografía española procedente de manuscritos miniados de la época, se encuentra en dos de los capiteles del crucero que contienen historias religiosas como el sacrificio de Isaac, Daniel en el foso de los leones o figuras de algunos apóstoles, del mismo tipo de otros restos decorativos del siglo VII.
Conclusiones
En resumen, conjunto muy armónico, muy bien proporcionado, en perfecto estado de conservación, con una decoración muy interesante, que da una idea de la madurez a la que llegó la arquitectura visigoda en España.
La visita a este monumento nos lleva a pensar en el altísimo nivel que
alcanzó el arte visigodo en los poco más de cien años que transcurrieron
desde la conversión de Recaredo al catolicismo y la invasión árabe, muy
superior al del resto de los países del occidente europeo, y a
qué cotas de madurez y perfección podría haber llegado si aquella no se
hubiera producido.
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