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LA TRASHUMANCIA EN ALISTE

CON LAS OVEJAS A LA SIERRA. LA TRASHUMANCIA EN ALISTE

 
Una vez que se han esquilado las ovejas, se han marcado con la mela, allá por finales de junio, llegaba el momento de juntar todas las reses de cada pueblo en una gran «cabaña» que en el camino o «cordel» se unirán con las de otros pueblos e incluso otras comarcas para trasladarlas por las veredas y cañadas hasta las sierras sanabresas donde se había ajustado, previo pago, una gran extensión de pastos.
 
Una tradición milenaria que esperemos no se pierda y que lleva a los pastores a pasar el verano en estos idílicos parajes junto con sus miles de ovejas, para no regresar hasta el mes de septiembre.

Son los pastores trashumantes de Aliste, que cada año recorren los caminos y las veredas que conducen hasta las sierras sanabresas, con los rebaños a través de las sierras de la Culebra y Segundera, donde los pastos se mantienen frescos en el verano.

Una tradición que reporta enormes beneficios medioambientales, pero que requiere un gran esfuerzo para los pastores y el ganado.
 
La trashumancia en Aliste consistía en reunir a finales del mes de junio las ovejas de varios pueblos próximos y llevarlas en busca de pastos frescos a tierras de la vecina comarca de Sanabria. Hoy en día se hace más tarde, la cantidad de cabezas de ganado es menor, pero hace algunos años ya, se llegaba a las ocho mil, guiadas por una decena de pastores acompañados como en todo rebaño ovino por los perros, que juegan un papel esencial en la trashumancia alistana.
 
Se organizan en dos clases distintas según la función que desempeñen: los perros «de carea» o de queda, son los más pequeños, generalmente hembras para obedecer las órdenes de su amo y ser capaces de carear o mover en solitario una punta de miles de ovejas a una voz de su amo, el lanzamiento de una piedra o un movimiento de la «cayata» con el objetivo de evitar que éstas se alejen del rebaño o invadan los pastos ajenos. El otro tipo de perro utilizado son los «perros lobos» o mastines de gran tamaño cuya función es detectar y ahuyentar al lobo mediante potentes ladridos y defenderse de él con las llamativas «carrancas» o carlancas de púas que les rodea el cuello para evitar su fatal mordisco. El viaje es duro tanto para los hombres como para los animales. También los perros sufren las inclemencias del tiempo, los rigores del camino, y son muchos los que se han quedado para siempre en la sierra.
 
Durante largas jornadas de camino eran conducidas por las cañadas o «cordeles» hasta las altas sierras sanabresas para que «pastien» la hierba verde durante los dos meses del verano. Los pastores que permanecían con las ovejas en Sanabria eran relevados al cabo de cierto tiempo por otros pastores, los que eran sustituidos volvían a sus pueblos para retomar las labores agrícolas del verano.
 
Bajo el nombre de «Churreros de Aliste» se conocen en Sanabria a los pastores trashumantes que procedían de la comarca alistana, y por proximidad geográfica engloba también a los procedentes de la Tierra de Tábara. Su nombre se debe a que los rebaños que en otro tiempo formaban la cabaña ovina alistana eran de raza «churra» cuyas características físicas más reseñables son su lana larga y basta, y su cabeza desprovista de pelaje en la que destacan las habituales manchas negras en los ojos, el hocico y las orejas. Posteriormente reemplazada por la oveja «castellana», que con su triple aptitud leche-carne-lana es la que tiene mayor presencia.
 
Son el último vestigio de pastoreo trashumante que sobrevive en la provincia. Un oficio milenario que está abogado a la desaparición, a causa de la modernización del campo, pero que unos pocos pastores siguen rescatando del olvido cada verano. Un duro viaje, casi romántico a través de los pueblos y valles del noroeste de la región que culmina en la Sierra de Porto de Sanabria, en las inmediaciones del pico de Peña Trevinca, la cumbre más alta de la provincia de Zamora con más de 2.000 metros sobre el nivel del mar. En la sierra sanabresa el ganado recibe su recompensa tras el largo viaje: amplias extensiones de pasto verde, escaso y agostado en la comarca alistana debido al calor estival. Pero los «churreros» no descansan, pues tanto ellos como los perros han de guiar a las ovejas desde las primeras luces del alba hasta el ocaso, cuando cae la noche y durmiendo al raso, siempre alerta para mantener alejados a los lobos del rebaño.
 
Pasados los dos meses volvían haciendo el recorrido contrario al mismo pueblo donde se «apartaban» en las calles cerradas con «cancillas» y sus dueños las separaban y las llevaban a las «portaladas» de las casas.
 
Se conocían cuatro cabañas: Palazuelo, Valer, Fradellos y Riofrío, a las que se puede añadir una quinta, la de San Vicente de la Cabeza-Rabanales. En Tábara había otras tres conocidas por el nombre de cada dueño o encargado para diferenciarlas.

Desde Riofrío, la Cañada seguía el siguiente recorrido: Desde La Brea cruza Valderrodrigo hacia Campogrande, Palazuelo, Villarino Cebal, Mahide, Flechas, San Pedro de las Herrerías, Linarejos, Folgoso de la Carballeda... ya entrando en Sanabria por Robledo, Ungilde, Puebla de Sanabria, Sotillo, con final en Porto de Sanabria ya en plena sierra sanabresa. Siguiendo este «cordel», las ovejas tienen derecho de paso, incluidos pueblos y carreteras, pero se pone cada vez más difícil su cumplimiento.
 
Actualmente la cabaña de ovejas se reduce a velocidad vertiginosa, y se está empezando a cumplir la terrible sentencia del fin del pastoreo y con ella la trashumancia.
 
 

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