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La Estadea Zamorana

Nuestra mágica Zamora está llena de ritos y mitos ancestrales. LA ESTADEA sería la expresión y denominación zamorana de la Santa Compaña, mito muy extendido en gran parte de la Península Ibérica, y aunque tradicionalmente se cita al área de Galicia y Asturias como sus dos ejemplos más significativos, la realidad nos habla de que su ámbito va mucho más allá, pues testimonios en abundancia también se encuentran en las tierras leonesas de Zamora, Salamanca y León, así como en la región de Extremadura.

La Estadea según los estudios de los antropólogos, la tradición oral y la compilación de miles de testimonios, es una procesión que consta de dos hileras de ocho espectros o almas en pena cada una, encabezada por la figura de "la Estadea”, personaje femenino de mayor jerarquía que aquellos que le suceden y el cual no tiene rostro, a la par que preside el desfile. Todos ellas van ataviadas con sudarios y capucha, y en ocasiones van descalzas. Su aparición se produce pasada la medianoche, portando generalmente una vela o hueso encendido en uno de sus extremos para iluminar su caminar.

Puede sentirse su presencia por la llegada de un frío viento y el olor intenso de la cera de las velas que inunda rúas, plazas, caminos y veredas. Los animales al tener constancia de su paso, huyen despavoridos, quizás también advertidos por el sonido de la campanilla tañida por el cortejo.

La misión de esta fúnebre comitiva es anunciar la muerte de alguna persona que viva en las proximidades, falleciendo esta persona irremediablemente en los siguientes días.

Si a uno, al ser testigo del paso de la Estadea, se le entrega un cirio blanco, su alma será arrastrada al mundo de los muertos, o quizás se convertirá en la nueva figura de cabecera de este peregrinar. Para protegerse de tales efectos, los más mayores hablan de dibujar un círculo en torno a uno mismo, cuyas propiedades serán aún mejores, si se hace con una rama de olivo, y aún aumentaremos su grado de protección si en su interior trazamos una estrella con seis puntas.

Los orígenes de esta aparición milenaria se hunden en las creencias de los antiguos pobladores celtas, que como sabemos estuvieron por toda la zona noroeste peninsular, y por supuesto, en Zamora. Con la implantación del cristianismo, la Iglesia, al no poder erradicar estas creencias populares tan arraigadas, se limitó a cristianizar costumbres y relatos de origen pagano sobre el culto a los muertos. De esta manera se dan a conocer las famosas historias de las procesiones de los muertos penitentes o del purgatorio.

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