A la muerte de su padre, Sancho I El Craso, de León, en el año 966, subió al trono su hijo Ramiro III cuando solo tenía cinco años de edad, bajo la tutela de su madre doña Teresa Jimena y su tía doña Elvira.
Por aquellos tiempos, cuando el rey Ramiro se encontraba en Zamora con su madre, acaeció la muerte del rey moro Alhakén II, al que le sucedió su hijo Hissham II, también niño, pero con una tutela muy diferente.
Con el liderazgo de dos monjas que ejercían la regencia del rey niño desde los conventos, las tropas leonesas, castellanas y navarras fueron derrotadas en el castillo de San esteban de Gormaz en el año 975 por la masiva llegada de los sarracenos.
Hissham II, con tan solo once años, tuvo como protector al temible Almanzor que ejerció un poder extraordinario en el Estado andalusí y en toda la Península, dejando relegado a su califa Hissham II. La portentosa ascensión al poder se explicaba por su insaciable sed de dominio.
Las incursiones de Almanzor en la Península contra los reinos cristianos, conocidas como “aceifas”, comenzaron por tierras de León, Zamora, Rueda, Atienza, Sepúlveda, entre otras, que fueron cayendo en manos del caudillo musulmán.
D. Ramiro III |
La crisis política en el reino de León llevó a la infanta Elvira a abandonar la regencia y dejarla en manos de la madre del rey niño Ramiro II.
Los nobles gallegos y portugueses, estaban cada día más desafectados del monarca que, por su difícil carácter y las continuas derrotas sufridas en manos de los musulmanes, terminaron rebelándose contra Ramiro III liderados por el conde Gonzalo Menéndez y proclamaron nuevo rey a Bermudo Ordóñez en el año 981.
El reino de León quedó dividido en dos: el territorio leonés propiamente dicho y Castilla se mantuvieron fieles a Ramiro III, mientras que Galicia y Portugal se pusieron al lado de Bermudo. La guerra entre ambos pretendientes no terminaría hasta que la muerte de Ramiro III en el 985 dejó a Bermudo II como único soberano sobre la totalidad del reino de León.
Por parte de los musulmanes, Almanzor demostró sus dotes organizadoras y su habilidad para el mando poniéndose a la cabeza de sus banderas en Mérida y Lusitania, realizando incursiones sobre Galicia pasando el Duero.
Para la región zamorana fueron aciagas aquellas jornadas en las que una y otra vez la ciudad fue muy quebrantada en sus muros, iglesias y otros edificios; muchas aldeas de los alrededores fueron arrasadas, los campos talados y miles de cristianos fueron hechos cautivos y conducidos a Córdoba.
Colaborador y Articulo escrito por: Balbino Lozano. Zamora 15 Mayo 2019
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