Clima

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Los pastores alistanos

Los pastores alistanos


«La capa y la merienda al pastor nunca le pesan»


Buen momento para recordar la vida de aquellos pastores alistanos que dedicaban la mayor parte de ella al ganao.

Andaban los pastores, solos, por la «facera», «asoliaos» o «enturunaos», según que cara ponga el tiempo. Caminaban por cañadas, descansando cuando comían los animales en «galazas», «urrietas» o «furnias», siempre lentos detrás de las ovejas, o delante, «de cuartia», guiando a uno de los animales más «entestaos» que hay por esta tierra, por eso le siguen sin discusión, «calamorras» como ellas solas. Si acaso, se le asemejan las gallinas.



Es realmente dura la vida de estos hombres, acostumbrados a mirar el tiempo. Más dura aún, hace unos años, cuando Aliste era una tierra, permitidme decirlo, maldita, por no decir mísera. 

Así lo corroboran aquellos, ahora, viejos pastores que dormían en el campo, lo mismo cuando llovía que cuando caía nieve, tenían un «caseto» para recoger la leña, secar la ropa, cenar, dormir.

Llevaban la comida para casi un mes. En el tiempo que los corderos eran pequeños no venían a casa, cuando lo hacían cogían un poco de tocino y unas patatas para hacer las «sopas», mudarse y de madrugada marcharse otra vez para la Sierra, pues allí tenían una barrila con agua y el pote para hacer las sopas.

En épocas no muy lejanas los «ganaos» o rebaños pasaban la mayor parte del año en el campo donde incluso dormían al raso o en los tradicionales «corrales o pariciones», apriscos repartidos a lo largo de falda de La Sierra de la Culebra. Al cuidado de estos ganaos permanecían constantemente los pastores de manera solitaria entre los espesos matorrales serranos que ellos conocían, nunca mejor dicho, de cabo a rabo.

«El lobo de noche es fiero, de día parece un perro»

Hombres duros y curtidos solo comparables con sus perros «chitos o perro de queda» como conocemos en Aliste al perro pastor, más pequeño que el perro lobo o mastín que cuida y vigila el rebaño.



Nuestros pastores contaban además con la ayuda de al menos dos «perros del lobo» o mastines leoneses, provistos de sus inseparables «carrancas» o carlancas para defensa de las mordeduras de los lobos en sus ataques a los rebaños; durante las noches, mientras el pastor duerme, estos velan y vigilan la seguridad de las ovejas sobre todo durante la primavera y verano que es cuando dormían fuera, mientras que en el invierno es cuando lo hacían en los sencillos corrales al abrigo de los rigores del clima.

Durante el día cuidaban y ayudaban al ganao uno o dos perros chitus o de queda, perros pastores.

Curioso es el lenguaje utilizado por los pastores con sus perros.

Los pastores bajaban poco a los pueblos, había tres días señalados al menos, la Noche de Ánimas por Los Santos, el Día de Nochebuena y por Pascua.

«Al que tiene hijos y ovejas nunca le faltan quejas»

Que vida llena de penalidades la de los pastores, a merced de las inclemencias del clima alistano tan duro por los calores del verano aunque más llevadero, como de los terribles inviernos de frío, agua y nieve que un poco aliviaban con aquella típica e inigualable Capa Alistana, pero la capa pastoril solo de paño pardo, con capucha sin bordar, sin adornos, sin esclavina de flecos, sin «chiva» de la que tanto se habla ahora; e incluso el «tapabocas», una especie de manta al estilo del mantón o toquilla femenino.
Bajo la capa o el tapabocas, a la espalda se nota el bulto de la mochila y en ocasiones «el cerrón» o zurrón.

Por calzado, «las cholas», ajustando las canillas con sus polainas o «botas de material» o cuero, altas, prietas con hebillas y con «galápagos», que era una especie de tejadillo sobre las cholas.

Y como no, en la mano, portan su inseparable «cayata» o cayado.

Cuando las ovejas estaban en época de cría, los dueños las «apartaban», o sea, las sacaban del ganao para cuidarlas en casa, se hacían con ellas pequeños «atajos» que cuidaban el resto de la familia, los menores o los ancianos e incluso las mujeres, los sacaban «al pastio» por los alrededores del pueblo en prados, cortinas o praderas.



Había pastores, digamos profesionales, el 29 de junio, fiesta de San Pedro, se renovaba el contrato a los pastores que trabajan bajo contrato, «ajustado» por temporada de un año.

«El gallo y el pastor, un año y al año -os-»

Cobraban una módica soldada anual en dinero más «la vela» por la que el amo asistirá con alimentos al pastor proporcionalmente a la cantidad de ovejas que enviaba al «ganao», cada diez ovejas correspondía un día de vela. Se le llevaban «las sopas» que consistían en unas patatas con berzas o con fréjoles, si era época, o unos garbanzos acompañados con una «pina o cacho de hebra», tocino con jamón, a veces un trozo de chorizo, tres libras de pan casero para el pastor y dos para cada perro del lobo o mastín, el pan para los perros era el llamado «pan caniego» hecho con harina más basta, sin cerner.

Aparte de cuidar las ovejas durante el día, antes de caer la noche, se las llevaba hacia los «linares y quiñones» del dueño que lo velaba para que durmiesen en ellos y así abonar la tierra con «las caganetas» o excrementos, abono, en definitiva. Se solía encerrar el ganao en la finca dentro de las «cancillas», de madera en un principio, luego ya metálicas, que transportaban hacia allí en el carro. Esto siempre que no fuese un ganao muy grande, que si no, los dueños además del día de vela se tenían que turnar para ir a dormir con él.

Tan respetado era el oficio de pastor entonces que se tenían atenciones con él a lo largo de todo el año, se le invitaba a las bodas, a cenar el día de la matanza. También era costumbre regalarle por Pascua un hornazo o bolla cuando se amasaba.



Además de todas las penalidades que sufrían en los campos había que añadir los largos periodos de ausencia del hogar que soportaban de manera estoica familiares y los propios pastores. Y no digamos, cuando se iban con las ovejas a las sierras sanabresas y se quedaban largas temporadas por allí.
Un cariñoso homenaje recuerdo para todos ellos.




Comentarios

  1. Hace de esto muchos años, pasé unas largas temporadas por aquellas tierras, en Moveros, concretamente, donde un hermano de mi madre sacerdote, tuvo su primera parroquia. Allí hicierahizo la familia una buena amistad con una familia del pueblo, que duró muchos años. Por ese motivo, volví varias veces, ya mayor a las fiestas del pueblo. . La verdad es que disfrutaba mucho allí, y salíamos también a coger castañas, que luego acaban a la lumbre ¡¡Qué buenas estaban! Guardo muy gratos recuerdos de aquellos tiempos

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  2. Quero decir que asaban en la lumbre. No he podido corregirlo

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