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Románico en la provincia de Zamora

A lo largo y ancho de la provincia zamorana podremos encontrar verdaderas joyas románicas, como la Colegiata de Toro, las hermosas iglesias de Benavente, el Monasterio de San Martín de Castañeda, las imponentes ruinas del Monasterio de Moreruela, la iglesia del antiquísimo monasterio de Santa Marta de Tera, etc.

Catedral de Zamora
Especial mención, dentro de la provincia, merece la propia ciudad de Zamora a la que se denomina con justicia: "Ciudad del Románico".

No en vano la ciudad de Zamora conserva más de una veintena de construcciones de los siglos XI y XII, incluyendo su hermosa catedral.

Es, sin duda, la ciudad española con más restos románicos, seguida por Segovia. Es precisamente este aliciente el que más visitantes atrae a la ciudad.

Pero como citamos al principio, quienes quieran aprovechar el viaje no han de prescindir de recorrer el resto de la provincia pues hallarán otras muchas muestras de arte románico, tanto el clásico de piedra como la modalidad castiza denominada "románico mudéjar".

La actual provincia zamorana perteneció al reino de León en sus diferentes circunstancias de unión y separación de Castilla durante los siglos románicos, además de ser uno de los enclaves fuertes cristianos de defensa del Duero en los primeros siglos de la Reconquista.

Los focos de este reino durante el medievo fueron la capital, León, y el propio Camino de Santiago, que pasa no muy lejos de sus tierras.

Colegiata de Toro
La primera característica del románico zamorano es que es relativamente tardío, como queda de manifiesto, por ejemplo en las iglesias de San Juan y Santa María de Azogue de Benavente. Aunque esto se reitere casi siempre cuando hablamos del románico castellano.

Por ello, son escasas las iglesias del siglo XI. Sólo Santa Marta de Tera y algunas iglesias de la ciudad de Zamora, como Santa María la Nueva, Santo Tomé, San Cipriano, etc. son de la segunda mitad del siglo XI con ciertas notas arcaizantes, como los ábsides rectangulares, de tradición mozárabe - visigótica.

Esta característica prerrománica que seguramente arraigó fuertemente en estas tierras de manera intensa antes de la llegada del románico hará que incluso en época tardorrománica se levantaran iglesias con testero recto.

La mayoría de las construcciones románicas, como en el resto del arte español, son de la segunda mitad del siglo XII y comienzos del siglo XIII y muchas acusan ya influencias cistercienses.

Este hecho es especialmente comprensible en Zamora si tenemos en cuenta la influencia del magnífico monasterio de Moreruela, hoy lamentablemente en ruinas pero con una de la cabeceras más soberbias del arte medieval español.

Monasterio de Moreruela
Aunque la nota más exótica y característica de este románico es de origen bizantino, que se se advierte particularmente en los cimborrios de las catedrales de Zamora, Salamanca y la Colegiata de Toro.

Son estas construcciones tan peculiares, y que se extenderán incluso a Plasencia (Cáceres), las aportaciones más originales del románico Zamorano al estilo en España.

El románico mudéjar es la consecuencia de la adaptación de estéticas y formas de construir musulmanas pero siguiendo estructuras románicas de origen europeo.

En Castilla y León hubo dos zonas en que proliferó el románico - mudéjar: Toledo y su comarca, con más acento en lo musulmán, y la de la meseta norte, que floreció particularmente en las provincias de León, Zamora, Salamanca, Valladolid, Segovia y Ávila y tuvo su foco en Sahagún, paradójicamente a la vera del más influyente monasterio cluniacense.

En la provincia las áreas de mayor difusión del románico-mudéjar tienen como focos Villalpando (Tierra de Campos) y Toro (Tierra del Vino). Dentro de las variedades de templos de este estilo que se extienden por las provincias citadas, Toro dictó una manera de decorar los ábsides con largas arquerías ciegas que ocupan el muro totalmente, en contraposición con otros focos como Cuéllar y Arévalo donde la articulación se desarrolla mediante varios pisos de arquerías más cortas de altura.

Las portadas del mudéjar Zamorano no difieren especialmente del de otras provincias, pues se articulan a base de arquerías de ladrillo -normalmente apuntadas- apoyadas sobre jambas con impostas de perfil anacelado.




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